sábado, 1 de octubre de 2011

La guerra de los clones

Aparentemente trabajo en una zapatería en calle 12, o por lo menos así me informaron hace algunos años. Desconozco mi domicilio particular, pero está claro que vivo en La Plata y a las pruebas me remito: primero fui vista a la salida de un cine de la mano de un chico alto de pelo ondulado; el reporte más cercano me ubica caminando con aire distraído por Galería San Martín. Nunca me he encontrado frente a frente; sólo me conozco a través de la mirada azorada de un puñado de testigos acccidentales.

Lector nº 1 arriesga: “Uy, pobre, la piba flipó.”
Lector nº 2 conjetura: “Mmmm...parece una mala adaptación de un cuento de Cortázar...”
Lector nº 3 confiesa: “Mmmm...perdón, ni idea, estaba en otra.”

No, mi querido Lector nº 1, este relato no es producto de un repentino brote psicótico, ni mucho menos. ¿Fragmento de un cuento fantástico? No, estimado Lector nº 2, tampoco usted le ha dado en el clavo. El párrafo anterior, muy por el contrario, describe hechos absolutamente verídicos y no meramente un producto de la imaginación (y a usted Lector nº 3, ya que estamos, le digo: vaya a leer tiras cómicas, vaya...).

Cuesta admitirlo, pero dicen que la verdad no ofende: a riesgo de rayar en la demencia...y por inverosímil que parezca...yo, tengo un clon. (1) A ver si nos entendemos: UN CLON, no alguien que se parece a mí; que posee una cierta resemblanza, un aire a mí; que tiene justo mi mismo tipo de pelo, ojos o forma de caminar... UN CLON: dos gotitas de agua. ¡Miento!: me dijeron que la única salvedad es que ella, la otra, no tiene el lunar que yo sí tengo en el mentón. ¡Y pensar que me lo quería operar!

Ahora que lo pienso...esta verdad sí ofende, y mucho. ¿Cómo es eso de venir por duplicado? Si tuviera una hermana gemela vaya y pase. Pero esto de andar compartiendo las facciones con una completa extraña ya pasa de castaño oscuro. Comprendo que la lotería genética tenga un cantidad finita de números, y resulta posible imaginar, ¿porqué no?, que dos individuos compartan los mismos rasgos en algún momento dado de la historia. Pero haber cantado bingo a cartón lleno en el mismo año, país y ciudad es ampliamente desconcertante, casi una mueca sardónica del destino. (2)

Retomando la aguda observación de mi estimado Lector nº 2, existe de hecho un cuento de Julio Cortázar que guarda cierta similitud con mi descabellada aunque veraz historia. El cuento, enigmático si los hay, se llama: Lejana. Diario de Alina Reyes (¿les suena familiar?).  Lo he leído y releído infinidad de veces. La trama me genera una fascinación difícil de explicar. La protagonista, Alina Reyes, intuye la existencia de una doble suya (¡o clon!) viviendo en Budapest, cuidad donde tiene frío y miedo y la nieve se le mete por los zapatos rotos y sufre y  Alina hace hasta lo imposible para viajar y reunirse con ella y no les voy a contar el final. (3)

Es un cuento riquísimo con muchas lecturas posibles, pero sobre todo me deja preguntándome ¿quién no se siente o se ha sentido como Alina? Lejana, ajena. ¿Quién no se ha soñado viviendo otra vida, en otros zapatos? (Aunque sólo Dios sabe qué hago atendiendo una zapatería...). ¿Quién no se ha buscado interminablemente con el deseo de captar aunque más no sea un atisbo, una sombra al pasar por el espejo? Sé que yo lo hago: me persigo en la música, en la literatura, en la escritura, en horas interminables de psicoanálisis... ¿Dónde se buscan ustedes? (4)

Me divierte pensar qué pasaría si nos viéramos frente a frente. ¡Qué intriga! Quizá rompamos el continuo espacio-tiempo y estalle en pedazos el universo como vaticinaba el Doc en Volver al futuro, ¿quién sabe? Sea como fuere, ya están avisados: si alguna vez me cruzan por ahí, y ven que no saludo, les pido encarecidamente no ser tildada de indiferente o antipática. Por el contrario, tengan a bien informarme mi panadero; díganme que me estoy buscando y que escribo este post como se envía una batiseñal: con la esperanza del encuentro, con la certeza del rescate. (5)

_______________________________

(1) Lector Nº1 persevera: ¨Qué te dije, flipó en colores.¨
(2) De hecho, es más común de lo que uno piensa: un primo de mi mamá afirma haberla visto en un colectivo de la línea 293 en Avellaneda; mi papá fue interceptado por un completo extraño que juraba ser su mejor amigo en Azul.
(3) Acá hay un link del cuento, por si logré despertarles alguna curiosidad:  http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/esp/cortazar/lejana.htm
(4) Lector nº 1 refunfuña: “Ufff... yo quería leer nada más, ¿qué es eso de andar pensando? ”
    Lector nº 2 advierte: “Prefiero no buscarme, no vaya a ser que me encuentre y me lleve una sorpresita...”
    Lector nº 3 interpela: “Mmmm...¿me repite la pregunta por favor?”
(5) Prometo que ya no habrá más citas de acá en adelante,  no sé qué se me dio. El problema es que el lector queda medio mareado de tanto subir y bajar, sobre todo el Lector nº 3.

2 comentarios:

  1. El cuento de Lejana lo leí hace no mucho tiempo...conlleva unas pocas páginas, pero de algún modo se me hizo eterno. Casi tan largo como un viaje a Budapest.Y mi primera impresión, fue que era demasiado viaje al pedo, y que al menos el de "El Alquimista" cuando volvía encontraba un tesoro...
    Por otra parte vele el lado positivo: más preocupante es andar pariendo conejitos por la boca, como el señor de "Carta a una señorita en París", o quedar atrapada en un pulover asesino.
    A mi nunca me encontraron en un lugar que no fuera donde estoy ahora, así que estoy muy contenta. Solo yo me encontre al clon, pero era un clon infantil, todavia no habia crecido hasta ser como yo. Y nadie lo reconoció.

    ResponderEliminar