Aparentemente
trabajo en una zapatería en calle 12, o por lo menos así me informaron
hace algunos años. Desconozco mi domicilio particular, pero está claro
que vivo en La Plata y a las pruebas me remito: primero fui vista a la
salida de un cine de la mano de un chico alto de pelo ondulado; el
reporte más cercano me ubica caminando con aire distraído por Galería
San Martín. Nunca me he encontrado frente a frente; sólo me conozco a
través de la mirada azorada de un puñado de testigos acccidentales.
Lector nº 1 arriesga: “Uy, pobre, la piba flipó.”
Lector nº 2 conjetura: “Mmmm...parece una mala adaptación de un cuento de Cortázar...”
Lector nº 3 confiesa: “Mmmm...perdón, ni idea, estaba en otra.”
No,
mi querido Lector nº 1, este relato no es producto de un repentino
brote psicótico, ni mucho menos. ¿Fragmento de un cuento fantástico? No,
estimado Lector nº 2, tampoco usted le ha dado en el clavo. El párrafo
anterior, muy por el contrario, describe hechos absolutamente verídicos y
no meramente un producto de la imaginación (y a usted Lector nº 3, ya
que estamos, le digo: vaya a leer tiras cómicas, vaya...).
Cuesta
admitirlo, pero dicen que la verdad no ofende: a riesgo de rayar en la
demencia...y por inverosímil que parezca...yo, tengo un clon. (1) A ver
si nos entendemos: UN CLON, no alguien que se parece a mí; que posee una
cierta resemblanza, un aire a mí; que tiene justo mi mismo tipo de
pelo, ojos o forma de caminar... UN CLON: dos gotitas de agua. ¡Miento!:
me dijeron que la única salvedad es que ella, la otra, no tiene el
lunar que yo sí tengo en el mentón. ¡Y pensar que me lo quería operar!
Ahora
que lo pienso...esta verdad sí ofende, y mucho. ¿Cómo es eso de venir
por duplicado? Si tuviera una hermana gemela vaya y pase. Pero esto de
andar compartiendo las facciones con una completa extraña ya pasa de
castaño oscuro. Comprendo que la lotería genética tenga un cantidad
finita de números, y resulta posible imaginar, ¿porqué no?, que dos
individuos compartan los mismos rasgos en algún momento dado de la
historia. Pero haber cantado bingo a cartón lleno en el mismo año, país y ciudad es ampliamente desconcertante, casi una mueca sardónica del destino. (2)
Retomando
la aguda observación de mi estimado Lector nº 2, existe de hecho un
cuento de Julio Cortázar que guarda cierta similitud con mi descabellada
aunque veraz historia. El cuento, enigmático si los hay, se llama: Lejana. Diario de Alina Reyes
(¿les suena familiar?). Lo he leído y releído infinidad de veces. La
trama me genera una fascinación difícil de explicar. La protagonista,
Alina Reyes, intuye la existencia de una doble suya (¡o clon!) viviendo
en Budapest, cuidad donde tiene frío y miedo y la nieve se le mete por
los zapatos rotos y sufre y Alina hace hasta lo imposible para viajar y
reunirse con ella y no les voy a contar el final. (3)
Es
un cuento riquísimo con muchas lecturas posibles, pero sobre todo me
deja preguntándome ¿quién no se siente o se ha sentido como Alina?
Lejana, ajena. ¿Quién no se ha soñado viviendo otra vida, en otros
zapatos? (Aunque sólo Dios sabe qué hago atendiendo una zapatería...).
¿Quién no se ha buscado interminablemente con el deseo de captar aunque
más no sea un atisbo, una sombra al pasar por el espejo? Sé que yo lo
hago: me persigo en la música, en la literatura, en la escritura, en
horas interminables de psicoanálisis... ¿Dónde se buscan ustedes? (4)
Me
divierte pensar qué pasaría si nos viéramos frente a frente. ¡Qué
intriga! Quizá rompamos el continuo espacio-tiempo y estalle en pedazos
el universo como vaticinaba el Doc en Volver al futuro,
¿quién sabe? Sea como fuere, ya están avisados: si alguna vez me cruzan
por ahí, y ven que no saludo, les pido encarecidamente no ser tildada
de indiferente o antipática. Por el contrario, tengan a bien informarme
mi panadero; díganme que me estoy buscando y que escribo este post como
se envía una batiseñal: con la esperanza del encuentro, con la certeza
del rescate. (5)
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(1) Lector Nº1 persevera: ¨Qué te dije, flipó en colores.¨
(2)
De hecho, es más común de lo que uno piensa: un primo de mi mamá afirma
haberla visto en un colectivo de la línea 293 en Avellaneda; mi papá
fue interceptado por un completo extraño que juraba ser su mejor amigo
en Azul.
(3) Acá hay un link del cuento, por si logré despertarles alguna curiosidad: http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/esp/cortazar/lejana.htm
(4) Lector nº 1 refunfuña: “Ufff... yo quería leer nada más, ¿qué es eso de andar pensando? ”
Lector nº 2 advierte: “Prefiero no buscarme, no vaya a ser que me encuentre y me lleve una sorpresita...”
Lector nº 3 interpela: “Mmmm...¿me repite la pregunta por favor?”
(5)
Prometo que ya no habrá más citas de acá en adelante, no sé qué se me
dio. El problema es que el lector queda medio mareado de tanto subir y
bajar, sobre todo el Lector nº 3.
El cuento de Lejana lo leí hace no mucho tiempo...conlleva unas pocas páginas, pero de algún modo se me hizo eterno. Casi tan largo como un viaje a Budapest.Y mi primera impresión, fue que era demasiado viaje al pedo, y que al menos el de "El Alquimista" cuando volvía encontraba un tesoro...
ResponderEliminarPor otra parte vele el lado positivo: más preocupante es andar pariendo conejitos por la boca, como el señor de "Carta a una señorita en París", o quedar atrapada en un pulover asesino.
A mi nunca me encontraron en un lugar que no fuera donde estoy ahora, así que estoy muy contenta. Solo yo me encontre al clon, pero era un clon infantil, todavia no habia crecido hasta ser como yo. Y nadie lo reconoció.
Muy bueno...
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